No podemos separar el amor y la verdad. Jesús llega nosotros a ofrecernos su amor y gracia, lo que implica perdón, salvación, adopción en su familia así como justificación y santificación. Con su perdón recibimos un llamado a ser santos, lo que implica un cambio y transformación progresiva de nuestros corazones, que será llevado por la obra del Espíritu Santo en nosotros.
Así mismo cuando acompañamos a una persona a través del discipulado, estamos llamados a amarla de forma encarnacional y lo que en algún punto nos llevara a hablar la verdad de la palabra de Dios a su vida e invitarla a dejarse transformar por Él.
