Ver al corazón como el objetivo en nuestra dinámica con el Señor y en el proceso personal de otras personas, nos evitaría tantos intentos de solución equivocados e insuficientes. Generalmente solemos enfocarnos en lo superficial, lo que se observa fácilmente y solo apunta a la conducta, somos incluso rápidos a sacar conclusiones sobre los otros, no escuchando ni amando realmente y el peligro con esto es que los cambios que se den no estarán informados por el evangelio ni con el poder para perdurar que solo viene de Cristo.
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