Me aferro a la promesa del cuidado constante de Dios para con mi vida: <span id=”es-RVR1960-16086″ class=”text Ps-121-3″>”No dará tu pie al resbaladero, n</span><span class=”text Ps-121-3″>i se dormirá el que te guarda” (Salmo 121:3).</span>
También a la promesa de que un día vamos a estar con Jesús y que vamos a ser como Él: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es” (1 Juan 3:2).
